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martes, 30 de septiembre de 2014

VIII XTREMELAGOS, 20 DE SEPTIEMBRE DE 2014. 43,800m y 6000mts desnivel acumulado.

VIII XTREMELAGOS, 20 DE SEPTIEMBRE DE 2014. 

4.800 m. y 6.000 m. desnivel acumulado.

Al fin llegó el día D y la comitiva del CAS se dispuso a conquistar tierras asturianas. Por lo pronto tomamos al asalto todo el alojamiento del Hotel Rural San Francisco; una ocupación en toda regla. En fin, buen ambiente, buena compañía y muy buen tiempo. Fin de semana memorable. ¿Qué más se puede pedir?

En cuanto al Xtremelagos decir que se trata de un trail espectacular, total y absolutamente recomendable. Gran desnivel y tramos bastante técnicos, pero dentro de la normalidad para un trail de estas características. Como ventajas insuperables: el paisaje –espectacularmente bonito-, los voluntarios –muy amables, de todas las edades, y entregados a su labor- y “les vaques”… espectadores “autóctonos” que, incluso, hicieron de liebres a más de uno en algún tramo del camino. Quizás, por poner una pequeña pega: el primer avituallamiento sólido no llegó hasta el quilómetro 15, después de una casi continua subida desde los 175m hasta los 1250m. Pero –y en eso coincidimos casi todos-, ya nos “alimentaba”, o casi,  el paisaje. Lo dicho: espectacular.

Desde mi punto de vista se podría dividir el trail en dos etapas muy claras: hasta el santuario de la Virgen de Covadonga –23 km-, la primera, y desde allí hasta el final -20 km-, la segunda. Aunque pudiera parecer lo contrario, esta segunda parte era más complicada que la anterior, más dura y técnica, y menos bonita en cuanto al paisaje, y con el mismo o un poco más de desnivel acumulado en un continuo sube/baja, por lo que es una buena estrategia reservar fuerzas para afrontarla con garantías.

La primera parte tenía su propia dificultad añadida: el tiempo de corte y el desnivel -sobre todo la última bajada hasta el santuario de Covadonga, muy pronunciada y técnica-. Pero es la parte más bonita por el paisaje: la Laguna, el Escaleru, los lagos, la Huesera… daban ganas de dejar de correr y quedarse allí sentado contemplándolo todo.

La segunda parte es más lo que se llama un rompepiernas y más técnica: caminos difíciles para correr aún en llano, continuas subidas y bajadas y mucha piedra irregular e incluso suelta y bastante tierra… ¡menos mal que no llovió!, y todo ello rematado con una bajada final a Cangas de Onís muy pronunciada y resbaladiza. Aún con todo se podía correr en muchos tramos, sobre todo a falta de menos de 10 quilómetros, ya que se pisteó un rato y pudimos darle caña al asunto del correr…”vamos a hacer series, me dije…”; buen ritmo y mejores sensaciones.

Mis tiempos variaron en ambas: Primera: 23km y 3h 40min; Segunda: 20 km y 2h 43min.

Aunque son muy claras estas dos partes, mis sensaciones hicieron que viviera, en realidad, tres carreras: hasta Covadonga, desde allí hasta el quilómetro 30 aprox. y los últimos 12-15 quilómetros. La verdad es que salí sin expectativas: me dolían ambos tendones del tibial posterior –unas cosas que sólo sabes que existen cuando duelen- y no sabía cómo iban a responder… una incógnita. En fin, decidí salir reservando, siempre un puntito por debajo, no fuera a ser que tuviera que abandonar –era una posibilidad pero “sabía” que iba a acabar, siempre hay que ir con esa seguridad si no…mal andamos-. En resumen, visto lo visto, me planteé la carrera como un entrenamiento algo durillo: “salgo a disfrutar y voy poco a poco devorando quilómetros”, pensé para mis adentros. Así fue. Los quilómetros pasaban y, curiosamente, cada vez me iba sintiendo mejor: ni un solo momento de “cansancio del de verdad”, siempre con fuerzas, animado y contento, disfrutando del paisaje, bromeando con los voluntarios y el público y bebiendo en cada avituallamiento agua e isotónica –combinándolo con los geles oportunos, sobre todo a partir del km 30-. ¡Hasta comí gominolas! Muchos no le dan la suficiente importancia a comer e hidratarse correctamente, agua y sales –no en cantidad sino en calidad- y, en condiciones normales, es básico para que las fuerzas no nos abandonen y llegar pletóricos al final.

A partir de Covadonga aumento el ritmo y empiezo a pasar corredores, algunos de ellos agotados, desfondados, y cuatro o cinco con calambres; después de hablar con ellos y ofrecerles mi ayuda en forma de geles y/o agua con sales continúo hasta la meta. En total, si no me falla la memoria, pudieron ser unos 10 corredores los que pude contabilizar en ese estado. Hacía calor –más de 30 ºC- y se hacía duro.
En el último tramo, los últimos 12-15 quilómetros, aumenté aún un poco más el ritmo, me sentía muy bien, no me costaba correr, me sentía eufórico –sabe Dios lo que tenían los geles que compré je je je- así que, ¿por qué no darle zapatilla? ¡Eso hice! Sólo un “pero”, bastante doloroso por cierto: una ampolla en la planta del pie derecho…no me puse vaselina ¡!-.

Uno de los momentos más reconfortantes fue la llegada a Covadonga: los aplausos y gritos de ánimo de la gente –incluso de un policía local-, el paso bajo el arco de meta y… ¡por fin!... los compis del CAS esperando en la meta comandados, como no, por Bea… ¡la number one!. Daba gusto volverlos a ver porque, una buena experiencia, cuando es compartida, es siempre una mejor experiencia.

En fin, nunca me sentí tan bien en una carrera y no sé muy bien el por qué… ¿Me favorecieron los astros, como a los antiguos? ¿Dormí muy bien esa noche? ¿Salí sin expectativas y eso me ayudó? ¿El paisaje era tan bonito que no sentía las molestias? ¡Yo que sé! Sólo sé que me gustaría repetir el año que viene, ¿alguien se apunta?

Javier Palomo

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